lunes, 15 de febrero de 2021

Diario de un profesor (74)

Hace un año, dicté un curso de redacción en una universidad en la modalidad virtual. De todos los estudiantes, había uno que destacaba nítidamente. Pese a que eran estudiantes de segundo ciclo, el muchacho -a quien no conocía su rostro y no siempre asistía a las sesiones- presentaba textos argumentativos de notable calidad: no solo en el aspecto argumentativo, sino también ortográfico y gramatical. Sus notas iban del 18 al 20. Incluso, muchas veces, mientras revisaba sus textos, pensaba que escribía mejor que yo, en cuanto a contenido y estilo. En una de las últimas clases, consciente que solo escuchaba, de vez en cuando su voz, no pude evitar felicitarlo delante de todo sus compañeros (en modo virtual obviamente) y le dije que escribía muy bien e incluso "mejor que yo" y que, si se preparaba, él podría dictar este curso en un futuro. 

Aunque no me arrepiento de haberle dicho eso, creo que, quizá, no fue pertinente decírselo delante de todos, sino que pude haberlo hecho personalmente (de manera escrita o en un diálogo privado virtual). Esto porque quizá mi accionar pudo haber generado recelos y odiosas comparaciones entre sus compañeros. O en todo caso, pude haberle dicho, delante de todos, de manera más genérica, que escribía muy bien y que tenía talento por explotar. Y eso, porque sentí, como si tuviera tres o cuatro hijos, y le dijera a uno de ellos que es mi favorito. Y creo que no debes tener favoritismos, sino tratarlos a todos por igual, con el mismo cariño y respeto, y decirles que todos son igual de talentosos y que todo depende de su esfuerzo. 

 



  

No hay comentarios: