sábado, 18 de julio de 2020

Diario de un profesor (70)

En tiempos de Coronavirus, me he convertido en un docente en modalidad virtual. No me desagrada. Pese a que me he estresado, siento que es un poco más tranquilo que las clases presenciales. Buscamos crear un vínculo con los alumnos, pero, al no involucrarnos tanto, el desgaste emocional y físico es menor. Por ejemplo, no he tenido problemas de disciplina. Y eso alivia el trabajo y lo hace más llevadero. Como me señaló el otro día una colega, con los años, el profesor siente más ese desgaste físico y emocional, y eso repercute en nuestro rendimiento. No es casualidad que muchos profesores mayores parecen hastiados de su oficio y la pasión parece ausente. No obstante, yo trato de dar lo mejor de mí, aunque a veces fallo. Por ejemplo, el otro día, hacía una retroalimentación de un ejercicio a un grupo de estudiantes. Al finalizar, una alumna me dice cordial: "¡Muchas gracias, profesor, por su paciencia. Disculpe por hacerlo renegar!". Yo suelto una carcajada. Le pregunto curioso: "Qué, ¿se me nota que reniego?". "¡Sí, profesor!", me contesta. Yo me río y le digo: "Gracias por la sinceridad" y, luego de despedirnos, me quedo pensando. Siempre hay cosas por mejorar. Siempre. Como una vez me dijo un profesor mío: "Nunca hay que creérsela".

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