martes, 30 de enero de 2024

Diario de un profesor (88)

En este último ciclo, a diferencia de anteriores, me sentí más seguro de mí mismo, más afiatado o cuajado como docente universitario. Antes entraba con temor al aula, con nervios, incluso recuerdo que hubo ocasiones en que tartamudeaba o se me iba la voz. Sin embargo, en el ciclo que acaba de pasar, casi no tuve ese problema. Es cierto que había ciertos temores de no hacer una buena clase, pero cuando iniciaba la explicación se me iban automáticamente los nervios y mis energías se centraban básicamente en atrapar el interés de los alumnos y tenerlos trabajando. Más aún, ni bien entraba a clase, tomaba asistencia (antes eso lo dejaba para después) e iba llamando uno a uno, calmadamente, y los observaba detenidamente para saber su estado de ánimo e ir aprendiendo sus nombres. 

Finalmente, debo indicar que lo anterior no quiere decir que el ciclo estuvo exento de problemas, sino que, en todo caso, mis nervios y ansiedad no me consumieron o preocuparon (o traicionaron) como en mis inicios. 

Eso no quita que sentir un poco de nervios siempre es bueno, porque quiere decir que algo nos importa. 

No hay comentarios: