viernes, 20 de diciembre de 2024

Diario de un profesor (93)

Un ciclo más y varias anécdotas como profesor universitario. Sin embargo, la memoria es frágil y algunas se han desvanecido y otras aparecen en mi mente para no quedar en el olvido.

Hoy me quiero referir a esos alumnos que desaprueban solos. Esos alumnos que, desde el principio, no asisten mucho y son visitantes intermitentes a las clases. Casi no reconoces sus rostros y cuando recién te percatas de ellos, al ver que han desaprobado de manera notoria en uno de los exámenes, ya están casi con un pie afuera. Es cierto que hay algunos que, a mitad del ciclo, enmiendan el rumbo y llegan a aprobar con las justas, pero los hay quienes navegan rumbo al naufragio, sin que el docente pueda hacer nada. Este ciclo, por ejemplo, en una de mis aulas me tocaron dos jovencitos así. No asistían mucho a clase y en el primer examen salieron jalados con notas bajísimas. Uno de ellos se acercó a mí y me prometió que se iba a esforzar en adelante y que ya no faltaría. Yo lo alenté y le dije que contara con todo mi apoyo cuando lo considere. Sin embargo, su esfuerzo duró solo una semana. A la siguiente, volvió a faltar y luego no asistió a una de las evaluaciones. Un mes antes de que acabara el ciclo, el chico y el otro jovencito (que eran buenos chicos y educados) se esfumaron. Y así como en este caso, en cada aula hay siempre un alumno o alumna así. Eso sí, soy consciente de que cada joven tiene su propio proceso de madurez y ellos, en algún momento, así como yo a su edad, madurarán y entenderán que la única forma de cumplir sus sueños es esforzándose y perseverando. ¡Buena suerte para ellos!

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