viernes, 20 de diciembre de 2024

Diario de un profesor (94)

En una de mis salones universitarios, durante el último examen, una alumna al entregarme su prueba, me muestra algo que ha escrito: "Mi compañero del costado está con una hoja entre sus piernas". "Gracias", le contesto susurrando. Cuando ella se retira, espero un par de minutos , me paro de mi asiento y recorro el aula. Me voy a un extremo y diviso al alumno y, efectivamente, debajo de él, en el piso, hay una hoja con apuntes, pero siento que la letra es minúscula como para poder divisarla desde donde está el estudiante. Y ahí cometo un grave error: en vez de ver de qué son los apuntes, solo le digo al alumno qué hace con esa hoja y le pido que la guarde en su mochila antes de que le anule el examen (antes de la clase les había advertido que guarden todo, incluidos sus celulares, en sus mochilas). El alumno guarda el papel y se excusa diciéndome que eran hojas de otro curso. Cuando me quedo solo, reflexiono sobre lo ocurrido y siento que cometí un error; debí anularle el examen o, en todo caso, recoger la evidencia y, a partir de esto, descontarle puntaje. No hice nada de las dos.

Recordé que aquel alumno siempre me daba la mano al despedirse y, en la primera prueba, también tenía varias hojas en el piso (que guardó cuando le advertí). Para salir de dudas, pedí la grabación de la cámara del aula a la universidad. Si encontraba el plagio a través de la cámara, debía hacer dos informes largos y tediosos. Al ver, la grabación, el primer ángulo de la cámara no enfocaba al alumno; y en el otro ángulo, sí aparecía él de frente, pero no la hoja en el piso. Solo pude advertir que a veces bajaba la mirada, pero la bendita hoja no aparecía en el enfoque. Para suerte del estudiante, no había una prueba contundente de plagio y la hoja que le observé no llegué a pedírsela. El alumno se había salvado, ya que la duda lo beneficiaba.

La última clase, durante la entrega del examen, en el que había aprobado con 14, aproveché para decirle que debí anular su examen o bajarle puntos por la hoja que le encontré. "No voy a negar que se me ha caído un poco. Tenía un buen concepto de usted. Espero no lo vuelva a hacer", le dije al alumno y él me miró circunspecto y la cabeza gacha. Luego, me pidió disculpas y se despidió sin darme la mano.

 

 

 

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