viernes, 27 de diciembre de 2024

Diario de un profesor (96)

Al inicio de ciclo, antes de la primera clase en una sección, recibo un correo de un alumno X que me pide, educadamente, que por favor no lo llame con su nombre original de varón, sino con el nombre femenino Z. Me pide, además, que me dirija a él como alumna o señorita Z. Finalmente, me indica que si me molesta o genera incomodidad, podría también llamarla por su apellido, por ejemplo, señorita Rodríguez o alumna Rodríguez. Se despide de mí indicando que agradece mi apoyo y que espera el inicio de las clases de mi curso. Luego de leer el correo, la respuesta es obvia. Le respondo que cuenta con todo mi respaldo respecto a su pedido y le mando un saludo cordial. Cabe agregar que el desenvolvimiento de la alumna fue óptimo a lo largo del ciclo y sus compañeros de aula, salvo alguna mirada burlona, se comportaron con empatía y respeto. Esto es síntoma de que los tiempos han cambiado y, en este aspecto de la orientación sexual o la identidad de género, ha sido para mejor.


 

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